Típica historia de miedo que se dice, vaya. Lo cierto es que los fuegos fatuos existen, son tan reales como la carne de nuestro cuerpo y los componentes que nos constituyen. He ahí su origen.
Un fuego fatuo es un fenómeno físico, producto de la inflamación de ciertas sustancias que se desprenden de la materia orgánica en descomposición en determinadas circunstancias. Estas sustancias son principalmente el fósforo, y no entran en combustión, sino que desprenden una luminiscencia que puede contemplarse en ausencia de luz.
Cuanto menos, curioso: se dice que los fuegos fatuos retroceden al aproximarse a ellos. Existen muchas leyendas sobre ellos, lo que hace que muchos sean reacios a aceptar explicaciones científicas, ya que desde antaño las personas han tenido este fenómeno como el alma de un ser fallecido.